viernes, 17 de mayo de 2019

La espiral del deseo


¿Cuál es la razón para que no seamos felices? Vamos a empezar con un ejemplo. ¿Recuerdas aquel coche que tanto deseabas? ¿O aquel piso que querías comprar? La tradición filosófica afirma que el problema está en que no dejamos de desear. ¿Tú de verdad recuerdas algún momento en que no hayas deseado nada? Sé que la respuesta es no. Mientras tenemos el deseo de algo que nos falta, no podemos ser felices. ¿Tú eras feliz sin aquel coche o sin aquel piso o sin aquella novia que tanto deseabas? ¿Por qué esto es así? Básicamente, porque un deseo conlleva una carencia y esta conlleva a su vez sufrimiento. ¡Ay, cuánto sufriste por aquella chica del instituto!

Ser feliz no quiere decir que tenemos que tener todo lo que deseamos, aunque si un buena parte, quizás la mayor parte de lo que se desea. Si sólo deseamos lo que no tenemos, no somos felices en ningún momento. ¿Te acuerdas qué ilusión cuando te entregaron el piso o las llaves del coche? Sócrates decía que solo deseamos lo que no tenemos, lo que no somos o lo que nos falta, y esto lo creen las mujeres. Por ejemplo, la que tiene el pelo liso lo quiere tener rizado, la que está muy delgada quiere estar más rellenita. Aunque los hombres no se quedan atrás, ¿a cuántos has oído por los pasillos de la oficina que están buscando un trabajo mejor?



Ahora la cuestión es la siguiente: ¿Qué ocurre cuando un deseo es satisfecho? La repuesta es sencilla, según la filosofía clásica, se acaba con la carencia y por lo tanto, ya no hay deseo. ¿Te acuerdas cuando ya llevabas seis meses con la novia y ya no querías verla tanto? ¿O cuando ya el coche no te hacía ninguna ilusión? Y encima, tenías que lavarlo. En este momento, pasamos a tener ya lo que deseábamos y no podemos ser felices pues ya no hay deseo. Solo se desea lo que no se tiene. Por lo tanto, esto se resume en que o deseamos lo que no tenemos y sufrimos por la carencia o tenemos lo que tanto deseábamos y caemos en el aburrimiento o pasamos a desear otra cosa. Así que empezaste a querer un coche mejor o un piso más grande.  

Schopenhauer afirmaba que la vida del hombre oscila como un péndulo que se mueve del dolor al hastío. Sí, ya sé que suena muy solemne, es que Schopenhauer era así, no era la alegría la huerta el hombre. Decía que en un extremo está el deseo, que mientras no es satisfecho genera sufrimiento. Una vez se satisface, el péndulo se mueve al otro extremo donde experimenta el hastío al tener lo que desde ese instante se deseaba.

Ahora, ¿Realmente es todo tan negativo? Yo creo que no. No niego que Schopenhauer es uno de mis filósofos favoritos, y ya sé que estarás pensando “Seguramente el autor de este artículo no es la alegría de la huerta tampoco”. Reconozco que en algunos aspectos respira excesiva negatividad. Podemos experimentar placer y alegría con lo que ya tenemos, hacemos o somos porque es realmente lo que deseamos. Por ejemplo, el placer de escuchar música viene de desear estar haciendo lo que estamos haciendo: deseo hacer esto ahora y no deseo hacer otra cosa. Esta es la razón por la que podemos ser felices, y por lo que a veces lo somos: porque hacemos lo que deseamos; porque deseamos lo que hacemos. Si detestas tu trabajo y no deseas hacerlo, probablemente seas infeliz (y en ese saco estamos la mayoría). Aunque en este caso, el hecho de que tengas que hacer tu trabajo se puede tratar más bien de una obligación que de un deseo. No experimentas placer y alegría haciendo lo que haces, por lo tanto, dudo que experimentes felicidad. 

Hay una historia que quizás hayas oído. Una abuela le cuenta su nieta a grandes rasgos cuándo ella creía que iba a ser feliz: cuando se casara, luego pasó a cuando tuviera hijos, luego pasó a cuando tuvieran su propia vivienda, luego pasó a cuando hubieran pagado las deudas, y luego pasó a cuando tuvieran más dinero. Total, que la señora se había pasado casi toda la vida siendo infeliz por desear cosas que no tenía, así que le dijo a su nieta que el momento de ser feliz puede ser ahora.

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