miércoles, 1 de agosto de 2018

Consumo, luego existo

Soy yo el único que piensa cuando pisa un centro comercial: “¿Qué narices hacen estas familias con los niños aquí encerrados?”. Y es que ya desde pequeñitos se enseña a los niños que el consumo en sí es ocio y que sin consumo no puede haber ocio.

En 1899 un señor llamado Thorstein Veblen escribió su obra: La Teoría de la Clase Ociosa. Ya en esa fecha se podía apreciar en la sociedad de aquella época, la unión que existía entre el ocio y el consumo. Para este señor, el ocio ya no era algo propio de la nobleza o la aristocracia. La burguesía queriendo imitar a los que tenían pasta, lo hacía a través del consumo como fuente de ocio.

El autor distinguía el consumo a través del que la burguesía del siglo XIX imitaba a la antigua nobleza, del consumo ostentoso, en el que el ocio se identifica con el consumo de artículos de lujo u objetos inútiles y cuyo valor se mide por el precio que se ha pagado por ellos. En este nivel, el burgués no consume sino para demostrar a los demás su nueva condición, esto es algo que sigue sin pasar desapercibido hoy en día solo que ahora se ha democratizado el consumo y cualquier currito cobrando un sueldo mediocre puede aspirar a conducir un BMW. A partir de ese momento el ocio se constituyó como un símbolo de clase, un medio para intentar conseguir más estima; ser socialmente más válido o no ser menos que los demás.

El ocio se asociará al consumo y el tiempo libre que no implique gastos será considerado como perjudicial para el mercado y el que no lo lleva a cabo un “pringao”.  ¿Quién se reúne con los amigos para dar un paseo y charlar sin más? Pues no, quedamos en centro comerciales para ir de compras, en bares, cines, etc. El ocio se convierte en tiempo libre al servicio de la producción.

 
De las ochenta horas que se trabajaba al inicio de la revolución industrial, hemos pasado a las cuarenta horas de media actualmente y me quedo corto y ya puedes esperar sentado que te paguen las horas extra... Fue con esta reducción de la jornada que muchos empezaron a ver el fin del trabajo y el triunfo de la sociedad del ocio. Viendo como están las cosas en el siglo en que vivimos, no veo muy claro que la sociedad del futuro sea una sociedad con menos trabajo. Es innegable que cada día hay más tecnología que sustituye al trabajo humano, pero no consigo imaginar una sociedad donde la gente no trabaje y lo único que prime sea el ocio y la desocupación.

¿Quién es tan miope como para no darse cuenta de que lo que nos falta hoy en día es tiempo libre y lo que nos sobra es curro? ¿Cuáles pueden ser las causas?  Los gastos que genera el consumo, se pagan con los ingresos que recibimos a fin de mes. El ocio se reduce a tiempos limitados, con lo que se trabaja más para consumir más en menos tiempo. Lo que vivimos hoy en día es un consumo intenso en un tiempo de ocio escaso. Un consumo que proporciona una posición dentro de la sociedad. Incluso las vacaciones se convierten en un acontecimiento estresante: largas esperas en los aeropuertos, agenda de visita turística demencial, playas atestadas teniéndote que levantar a las 7 de la mañana para coger sitio, etc. Los pequeños resquicios de tiempo como un puente o un fin de semana se aprovechan al máximo.  

Como dice uno de mis héroes, José Mújica, ¿con qué pagamos todo ese consumo?  con nuestra vida. Ya sabemos que nadie muere por consumir, pero, ¿qué necesitamos para consumir? y ¿de dónde sale ese dinero?: de interminables horas de trabajo. 

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