viernes, 1 de junio de 2018

Dinero a cambio de neurosis


Es viernes por la tarde, y como cada vez que empieza el fin de semana, estoy hecho polvo de tanto madrugón, tanto curro y tanto viaje de ida y vuelta del trabajo. Para mí, como para muchos de vosotros, el trabajo es en parte una fuente de miserias.

Muchos de los males que existen en este mundo proceden del trabajo o de vivir una vida diseñada en función del trabajo. Pero yo me pregunto: “¿Es posible dejar de trabajar para acabar con esto?”. ¿A quién no le gusta zanganear un poco y tener más tiempo para disfrutar de las cosas que de verdad nos gustan?. A ver, no me malinterpretéis, no estoy defendiendo la gandulería. Es importante gandulear de vez en cuando, pero siempre hay que alternarla con otros placeres, aficiones o inquietudes, por ejemplo, yo disfruto saliendo a la montaña, entre otras muchas cosas. Tampoco estoy hablado de ocio, que es tiempo del que disponemos cuando no trabajamos y que solemos emplear, lamentablemente, en recuperarnos del trabajo y para muchos como yo, y puede que como vosotros, en intentar olvidarnos de este. Lo cierto es que después de las raquíticas vacaciones de las que podemos gozar, a veces volvemos al entorno laboral hechos polvo, tanto física como emocionalmente. Muchos (no es mi caso y quizás tampoco el vuestro), están deseando regresar al curro. Al menos en el trabajo la crispación se remunera, ¿no os parece?

Está claro que casi nunca trabajamos como un fin en sí, sino para obtener algún beneficio, que siempre es monetario; nos acabamos vendiendo por un sueldo a fin de mes. Como muchos de vosotros, yo también trabajo en una empresa donde tengo que soportar ciertas formas de vigilancia que aseguran la sumisión, donde la mayoría de las veces realizamos tareas que no nos interesan ni lo más mínimo. Las poquitas veces que me asignan una tarea algo interesante, me acabo cansando de repetirla una y otra vez; son tediosas y monótonas. Lo cierto, y no me lo negaréis, es que son una carga insoportable tener que realizarlas cuarenta horas a la semana y sin mucho margen para opinar sobre éstas o hacer alguna contribución para mejorarlas; sí, sí, tú intenta hacerlo, a ver qué pasa… Creo que el mundo del trabajo está lleno de ineptitud burocrática, donde jefes estúpidos, en su mayoría, suelen explotarnos como empleados, y, en muchos casos, convertirnos en sus chivos expiatorios. Supongo que en este momento, por vuestra cabeza, estará pasando la última bronca que os comisteis sin motivo…



Bajo lo que ellos entienden por disciplina, hay una serie de variadas humillaciones que muchos tenemos que aguantar; si es que a veces hay que tener unas tragaderas más grandes que el desagüe de la piscina grande del Aquopolis. La disciplina en el trabajo se resume en los controles que se ejercen en este: vigilancia, imposición del ritmo de trabajo (“Esto lo quiero como muy tarde para mañana”), trabajo repetitivo, etc. Esta disciplina se parece mucho a la del colegio o la del instituto en los ochenta, donde la disidencia y la desobediencia se castigaban.

Quizás a muchos os duela lo que voy a decir, porque en cierto modo os identificáis, pero en muchos puestos de trabajo, un empleado es un esclavo a tiempo parcial. Ya lo dijo el viejo Cicerón en su día que quien entrega su trabajo a cambio de dinero, se vende a sí mismo y se sitúa entre las filas de los esclavos. Muchos tenemos un jefe que marca cuando tenemos que llegar y cuando irnos y las tareas que debemos realizar; impone la cadencia de trabajo y en ocasiones se toma la libertad de llegar a extremos que pueden resultar humillantes, por ejemplo: la ropa que puede llevar puesta en el lugar de trabajo (“Esa camiseta de Iron Maiden, ¡fuera!”), la frecuencia con la que debes ir al lavabo (“He tenido que abrir yo la puerta porque no estabas en tu puesto, ¿es que estás con cistitis?”). Un jefe que nos puede despedir por cualquier motivo o… ¡qué leches... si no hace falta motivo!. Tiene esbirros que se pueden encargar de vigilarnos y recabar información de cada uno de nosotros, cual portera en un edificio de viviendas. Ni se nos ocurra dar una mala contestación o contradecir una decisión tomada por él, es visto como una insubordinación, vamos, como si fuéramos niños pequeños. Este control lo aguantamos tanto hombres como mujeres a lo largo de las interminables jornadas laborales y durante la mayor parte de los años que dura nuestra maravillosa vida laboral. Deprimente. 

Luego está la gente que se cree ser libre; ¡ay, qué risa, tía Luisa! O mienten o no tienen ni idea del significado de la expresión "ser libre". Las personas que han tenido una vida sometida a demasiado control, entregados al trabajo en cuanto han acabado la universidad y después encorsetados por la familia, se encuentran psicológicamente esclavizadas, tienen poca autonomía y mucho miedo a la libertad (y esto da para mucho, ya hablaremos sobre el tema en otros artículos). Muchos padres se encargan de transmitir a sus hijos esa disposición para obedecer a ciegas en el trabajo.

Siempre me he planteado esta cuestión, y aquí me pongo serio: si dicen que somos lo que comemos o lo que escuchamos, ¿también somos lo que hacemos? Si yo hago un trabajo aburrido, estúpido y monótono, lo más probable es que acabemos siendo como una seta, aburridos y monótonos. “El entendimiento de la mayoría de los hombres está necesariamente moldeado por sus ocupaciones habituales. El hombre que pasa su vida realizando algunas operaciones simples, carece de cualquier ocasión de ejercer su entendimiento. Suele volverse tan estúpido e ignorante como le es posible a un ser humano” (Adam Smith).

Me quedé pasmado cuando vi en Internet las estadísticas de la gente que muere a causa del trabajo. En EEUU mueren cada año entre catorce mil y veinticinco mil trabajadores. Luego están los que sufren accidentes laborales todos los años, de los que muchos quedan discapacitados, y los que sufren enfermedades relacionadas con el trabajo. Muchos empleados se matan a trabajar toda su vida para a los cincuenta y tantos reventar, debido a infartos, ictus, etc., pues tanto el cáncer como muchas enfermedades cardiacas son dolencias que pueden atribuirse de forma directa o indirecta al trabajo. Espero no terminar yo así, ¡por la gloria de mi madre…!

 

4 comentarios:

  1. Me parece muy interesante el texto que acabo de leer y lo comparto totalmente, creo que vivimos una época en la que tener un trabajo a cualquier coste, mal pagado, matando a trabajar y en pésimas condiciones y todavía, tienes que dar las gracias!, pero en qué mundo vivimos..., es verdaderamente demencial!. Rocío.

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  3. Mi opinión es:
    La mentalidad actual del trabajo que establece el capitalismo,la productívidad,la creación y acumulación de riqueza,destruye y esclaviza a los trabajadores,cada día más.
    Enhorabuena por tú artículo es real y muy interesante..
    Pilar.

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  4. Cuando los budistas afirman que todo sufrimiento proviene del deseo explican la realidad y nuestros comportamientos en toda su profundidad.
    Para mí, es la combinación de miedo y deseo lo que nos hace perdernos por el camino y sumirnos en la tristeza y el tedio.
    DESEO: ¿Qué vida deseas, cuánto cuesta y qué haces para conseguirla?
    MIEDO: ¿a qué le temo si no llevo la vida que los demás llevan o esperan que yo lleve?
    Alguien nos ha hecho desear una vida que cuesta dinero mantener: deseo reconocimiento, deseo estatus, deseo una familia, deseo ropa nueva cada mes, un móvil que denote mi situación financiera, deseo una casa en un barrio elegante, deseo viajar por todo el mundo, comer en buenos restaurantes y una vida social agitada por muy vacía que esté.
    Y todo eso, claro, cuesta dinero. Y para obtener ese dinero algo hay que hacer.
    El miedo viene después, cuando no renunciamos a ese deseo profundo porque tememos que la sociedad que nos lo ha inyectado nos excluya, nos margine, se ría de nuestro modo de vida, nos llame fracasados, inútiles y todas esas perlas de las que se vale, y que ha inventado, el capitalismo para perpetuar su discurso de ganadores-perdedores (por eso detesto "La, la Land").
    Cuando uno empieza a liberarse del deseo y deja de tener miedo a lo que cree que el mundo espera de él, se produce el milagro y ya no se siente como un esclavo.
    Lo que pasa que lleva tiempo y esfuerzo mirar al deseo de frente y desmontarlo, y darse cuenta de que va unido a un miedo que nos han inculcado: por qué deseas un coche caro en la puerta de casa? qué miedo te hace quererlo y trabajar por ello? el miedo a que te tachen de fracasado por depender del transporte público? Y para qué quieres ese coche? vas a morir de hambre si no cargas en él los víveres que compras? te aislará no tenerlo?
    Y el coche es solo una parte insignificante de ese deseo material que nos hace esclavos de algo que no queremos.
    Y todo por el maldito automatismo de la mente que Santandreu llama "terribilizar": si no obtienes ese deseo, tu vida va a ser terrible.
    La mala noticia es que el deseo es un pozo sin fondo, así que conviene no alimentarlo demasiado o estaremos perdidos, haciendo y aguantando las cosas más terribles con el fin de satisfacerlo.

    He pasado por muchos trabajos que no soportaba antes de dedicarme a lo que de veras me gusta hacer en la vida. En el último, sin ir más lejos, llegué a deprimirme tanto al verme atrapado en pos del dinero en una situación que no me gustaba que decidí romper con todo ello. Y lo hice empezando por desmontar los miedos: "no necesito tanto dinero para vivir, ya que lo que verdaderamente me hace feliz no cuesta mucho", "a lo que tengo que tener miedo no es a dejar este trabajo, sino al tipo de ser humano en que me puedo convertir si sigo en él un solo día más", "no me hace feliz comprar todo eso que la publicidad afirma que necesito apelando al miedo", y así un largo etcétera.
    Cuando desmontas tus deseos y te vas liberando de ellos te liberas a tí mismo. Cuando pierdes el miedo, te haces fuerte. Y cuando eres libre y fuerte te atreves con todo.
    Al final es nuestro discurso interior el que nos esclaviza a un trabajo que no nos gusta, en el que no nos sentimos realizados y que es más una muerte en vida que una fuente de satisfacción.

    Empieza por renunciar a lo que verdaderamente no necesitas. Es tu vida, no la de los demás. Nadie está en posesión de la verdad. Y el modo de vida capitalista menos aún, es sólo un modelo (económico) de interpretar la realidad.
    Verás que no necesitas mucho para vivir ni mucho dinero para obtenerlo.
    Ocúpate de tu felicidad, no de la que esperas provocar en los demás llevando una vida modélica.
    La vida es un milagro demasiado bonito e increíble para malgastarlo viviendo de un modo que detestas. No hay una segunda vida para corregir esta, lo que quieras hacer hazlo ya.
    Y recuerda que nada es tan grave y que, al final, todo tiene solución menos la muerte.


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